Enseñanza de los Papas




Enseñanza de los Papas


El Papa Pío V (año 1569) con una carta Encíclica recomienda rezar el Rosario, ya que, a través de ella se han obtenidos grandes triunfos en la lucha contra los infieles, y esta devoción ha demostrado tener gran eficacia para detener las herejías y conseguir conversiones.

 El Sumo Pontífice San Pío V en su "Bula" de 1569 dice así: "El Rosario o salterio de la Santísima Virgen, es un modo piadosísimo de oración, al alcance de todos, que consiste en ir repitiendo el saludo que el ángel le dio a María; interponiendo entre cada diez Avemarías un Padrenuestro, y tratando de ir meditando mientras tanto en la Vida de Nuestro Señor".

 León XIII (de 1878 a 1903) quien es conocido como El Papa del Rosario, dedicó doce Encíclicas y veinte y dos documentos menores a recomendar a los fieles el devoto rezo del Rosario. Y lo llama: “La más agradable de las oraciones”. El 1 de septiembre de 1883, promulgó la Encíclica Supremi apostolatus officio, importante declaración con la cual inauguró otras muchas intervenciones sobre esta oración, indicándola como instrumento espiritual eficaz ante los males de la sociedad.

 El Papa PíoXII (1937) dice que “el Rosario ocupa el primer puesto entre las devociones en honor de la Virgen y sirve para progresar en la fe, la esperanza y la caridad”.

 Entre los Papas más recientes y en la época conciliar, se han distinguido por la promoción del Rosario, hay que recordar al Beato Juan XXIII y, PabloVI, que en la Exhortación apostólica Marialis cultus, en consonancia con la inspiración del Concilio Vaticano II, subrayó el carácter evangélico del Rosario y su orientación cristológica: "Queremos recomendar que, al difundir esta devoción tan saludable, no sean alteradas sus proporciones ni sea presentada con exclusivismo inoportuno: el Rosario es una oración excelente, pero el fiel debe sentirse libre, atraído a rezarlo, en serena tranquilidad, por la intrínseca belleza del mismo". (Pablo VI: Marialis Cultus No. 55).

 El Beato Papa Juan Pablo II sorprendió al mundo cuando el 29 de octubre de 1978 en la Plaza de San Pedro dijo: “Mi oración preferida es el Santo Rosario”. En otra ocasión proclamó que “El Rosario es una escalera para subir al cielo” (29 de oct.1979).”El Rosario es la oración más sencilla de la Virgen, pero la más llena de contenidos bíblicos” (21 de oct. 1979).

Entre otras frases de halago al Rosario que durante toda su vida fue pronunciando. "El Rosario es mi oración mariana predilecta. ¡ Plegaria maravillosa! En su sencillez y en su profundidad. En esa plegaria repetimos muchas veces las palabras que la virgen oyó del Arcángel y de su prima Isabel . Y en el trasfondo de las Avemarías, pasan ante los ojos del alma los episodios principales de la vida de Jesucristo.

El Rosario en su conjunto consta de los Misterios Gozosos, Dolorosos, Gloriosos y Luminosos, y nos pone en comunión vital con Jesucristo a través del corazón de su madre".

 El testimonio de estos grandes hombres es una respuesta contundente a aquellos seres humanos que menos precian el valor y la profundidad de tal oración. Cuando la Santísima Virgen María se le apareció a Santo Domingo de Guzmán -por medio de una visión-, para indicarle la forma de rezar el Rosario también le hizo la promesa de que: Quienes recemos constantemente el Rosario recibiremos abundantes gracias, seremos protegidos siempre, nos socorrerá en las necesidades, hará germinar las virtudes y destruirá los vicios.

Además nos promete que ninguno que acostumbre a rezar el Rosario morirá en muerte desgraciada. “Libraré bien pronto del Purgatorio a las almas devotas del Rosario”. Después de la primera aparición de la Virgen María en Fátima el 13 de mayo de 1917 se apareció unas cinco veces más (un total de seis apariciones) para comunicar algunos mensajes. En su cuarta y antepenúltima aparición comunicó lo que se conoce como la Terrible Noticia, la Virgen dijo: “Recen, recen mucho y hagan sacrificios por los pecadores. Tienen que recordar que muchas almas se condenan porque no hay quien rece y haga sacrificios por ellas”.

La salvación de muchas almas dependen de esa oración que nosotros elevamos “por ellos y nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte”. Nuestra Señora termina su mensaje del día 13 de mayo de 1917 diciendo: "Rezad el Rosario todos los días, para alcanzar la paz para el mundo y el fin de la guerra".


 Beato Juan Pablo II, Rosarium Virginis Mariae:

 "Esta oración ha tenido un puesto importante en mi vida espiritual desde mis años jóvenes. Me lo ha recordado mucho mi reciente viaje a Polonia, especialmente la visita al Santuario de Kalwaria. El Rosario me ha acompañado en los momentos de alegría y en los de tribulación. A él he confiado tantas preocupaciones y en él siempre he encontrado consuelo. Hace veinticuatro años, el 29 de octubre de 1978, dos semanas después de la elección a la Sede de Pedro, como abriendo mi alma, me expresé así: «El Rosario es mi oración predilecta. ¡Plegaria maravillosa! Maravillosa en su sencillez y en su profundidad. [...] Se puede decir que el Rosario es, en cierto modo, un comentario-oración sobre el capítulo final de la Constitución Lumen gentium del Vaticano II, capítulo que trata de la presencia admirable de la Madre de Dios en el misterio de Cristo y de la Iglesia. En efecto, con el trasfondo de las Avemarías pasan ante los ojos del alma los episodios principales de la vida de Jesucristo.

El Rosario en su conjunto consta de misterios gozosos, dolorosos y gloriosos, y nos ponen en comunión vital con Jesús a través –podríamos decir– del Corazón de su Madre. Al mismo tiempo nuestro corazón puede incluir en estas decenas del Rosario todos los hechos que entraman la vida del individuo, la familia, la nación, la Iglesia y la humanidad. Experiencias personales o del prójimo, sobre todo de las personas más cercanas o que llevamos más en el corazón. De este modo la sencilla plegaria del Rosario sintoniza con el ritmo de la vida humana »." (Beato Juan Pablo II, Rosarium Virginis Mariae)


 "...el motivo más importante para volver a proponer con determinación la práctica del Rosario es por ser un medio sumamente válido para favorecer en los fieles la exigencia de contemplación del misterio cristiano, que he propuesto en la Carta Apostólica Novo millennio ineunte como verdadera y propia 'pedagogía de la santidad': «es necesario un cristianismo que se distinga ante todo en el arte de la oración». Mientras en la cultura contemporánea, incluso entre tantas contradicciones, aflora una nueva exigencia de espiritualidad, impulsada también por influjo de otras religiones, es más urgente que nunca que nuestras comunidades cristianas se conviertan en «auténticas escuelas de oración»...

 El Rosario forma parte de la mejor y más reconocida tradición de la contemplación cristiana. Iniciado en Occidente, es una oración típicamente meditativa y se corresponde de algún modo con la «oración del corazón», u «oración de Jesús», surgida sobre el humus del Oriente cristiano." (Beato Juan Pablo II, Rosarium Virginis Mariae)


 "No se puede, pues, recitar el Rosario sin sentirse implicados en un compromiso concreto de servir a la paz, con una particular atención a la tierra de Jesús, aún ahora tan atormentada y tan querida por el corazón cristiano. Otro ámbito crucial de nuestro tiempo, que requiere una urgente atención y oración, es el de la familia, célula de la sociedad, amenazada cada vez más por fuerzas disgregadoras, tanto de índole ideológica como práctica, que hacen temer por el futuro de esta fundamental e irrenunciable institución y, con ella, por el destino de toda la sociedad. En el marco de una pastoral familiar más amplia, fomentar el Rosario en las familias cristianas es una ayuda eficaz para contrastar los efectos desoladores de esta crisis actual. « ¡Ahí tienes a tu madre! » (Jn 19, 27) 7. Numerosos signos muestran cómo la Santísima Virgen ejerce también hoy, precisamente a través de esta oración, aquella solicitud materna para con todos los hijos de la Iglesia que el Redentor, poco antes de morir, le confió en la persona del discípulo predilecto: «¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!» (Jn 19, 26). Son conocidas las distintas circunstancias en las que la Madre de Cristo, entre el siglo XIX y XX, ha hecho de algún modo notar su presencia y su voz para exhortar al Pueblo de Dios a recurrir a esta forma de oración contemplativa.

Deseo en particular recordar, por la incisiva influencia que conservan en el vida de los cristianos y por el acreditado reconocimiento recibido de la Iglesia, las apariciones de Lourdes y Fátima,[11] cuyos Santuarios son meta de numerosos peregrinos, en busca de consuelo y de esperanza." (Beato Juan Pablo II, Rosarium Virginis Mariae)