El Rosario:
Es un Ramillete de Rosas dedicado a la Virgen: "Venid gentes y coged las rosas de estos misterios" (Liturgia: Himno de la fiesta) Es también como una Corona de Rosas tejida con flores de la más variada belleza y del más exquisito perfume: -los misterios de la vida de Cristo, las reflexiones y oraciones- que despiertan en nosotros sensaciones de dolor, de gloria o de alegría.
Es asimismo un Salterio, con ciento cincuenta salutaciones a la Virgen. Es el Breviario de los Fieles, algo así como lo que es para lo clérigos el rezo oficial litúrgico. Los Papas, a partir de Pío XII, lo llaman Compendio del Evangelio Viendo Santo Domingo que los crímenes de los hombres obstaculizaban la conversión de los albigenses, entró en un bosque y pasó en él tres días y tres noches en continua oración y penitencia. Un día, se le apareció la Santísima Virgen acompañada de tres princesas del cielo y le dijo: "¿Sabes tú, mi querido Domingo, de qué arma se ha servido la Santísima Trinidad para reformar el mundo? - Oh, Señora, respondió él, vos lo sabéis mejor que yo, porque después de vuestro Hijo Jesucristo fuisteis el principal instrumento de nuestra salvación". Ella añadió: "Sabe que la pieza principal de la batería fue la salutación angélica, que es el fundamento del Nuevo Testamento. Por tanto si quieres ganar para Dios esos corazones endurecidos, reza mi salterio".
La Virgen reveló: "Sólo si la gente considera la vida, muerte y gloria de mi Hijo, unidas a la recitación del Avemaría, los enemigos podrán ser destruidos. Es el medio más poderoso para destruir la herejía, los vicios, motivar a la virtud, implorar la misericordia divina y alcanzar protección. Los fieles obtendrán muchas ganancias y encontrarán en mí a alguien siempre dispuesta y lista para ayudarles." El 17 de septiembre de 1569 el Papa Pío V con una Bula o Encíclica dirigida a todos los cristianos del mundo recomienda rezar el Rosario de la manera como se reza ahora. Con esto quedaba consagrada esta devoción como algo propio de los buenos católicos. El 7 de octubre de 1571 se encontraron las flotas de musulmanes y cristianos en el Golfo de Corinto, cerca de la ciudad griega de Lepanto. La flota cristiana, compuesta de soldados de los Estados Papales, de Venecia, Génova y España y comandada por Don Juan de Austria entró en batalla contra un enemigo muy superior en tamaño. Se jugaba el todo por el todo y antes del ataque, las tropas cristianas rezaron el Santo Rosario con devoción.
La batalla de Lepanto duró hasta altas horas de la tarde pero, al final, los cristianos resultaron victoriosos. Los Turcos fueron derrocados, la mayoría de las embarcaciones hundidas y una tormenta completó la destrucción de los turcos. El poder de los turcos en el mar se había disuelto para siempre. En Roma, el Papa se hallaban rezando el Rosario mientras se lograba la milagrosa victoria para los cristianos. Entonces salió de su capilla, se asomó a la ventana, miró hacia el cielo y, guiado por una inspiración, anunció con mucha calma, que la Santísima Virgen había otorgado la victoria, y dijo a sus Cardenales: "Dediquémonos a darle gracias a Dios y a la Virgen Santísima, porque hemos conseguido la victoria". Semanas mas tarde llegó el mensaje, desde el lejano Golfo de Corinto, de la victoria